¿Dispones de pasto? Con el inicio de la primavera habrás notado cómo se activa y empieza a crecer de nuevo. Ya no parará hasta el final del otoño, con la llegada nuevamente del frío.
A partir de ahora la poda será sin duda tu quehacer más repetido, llegando en verano a su frecuencia máxima: de una vez a la semana o incluso más. Puedes hacerte una idea de su tremenda importancia ya que incide directamente en la apariencia de tu pasto y en su bienestar.
No es buena idea cortar el pasto demasiado bajo. Con ello estamos reduciendo la superficie foliar y por lo tanto dificultando su capacidad para realizar la fotosíntesis. Sostenerlo en esas condiciones repercutirá con toda seguridad en un pasto débil.
Las praderas conservadas a baja altura disponen de menos raíces y más superficiales que un pasto normal; son por lo tanto menos resistentes a la sequía. También son más sensibles al ataque de plagas y enfermedades. Las malas hierbas tampoco desaprovecharán su oportunidad.
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Como norma general, no cortes por debajo de los 5cm. Conviene incluso dejarlo más alto en zonas de sombra y en aquellos periodos considerados de estrés: cuando el calor es extremo o en los meses de invierno.
En pasto de estaciones cálidas, formados por gramas, se puede segar algo más bajo. La bermuda, la zoysia o el kikuyo admiten alturas mínimas de hasta 2cm.
Sin embargo, conviene no abusar. Ten en cuenta que un pasto segado a mayor altura protegerá al suelo de la evaporación durante el verano, ayudando a disminuir el consumo de agua.
Aquí estamos hablando de pasto residencial y no de campos deportivos, así que, doy por supuesto que no necesitas estas medidas tan reducidas. Déjalo más alto pero sin llegar a comprometer su apariencia ornamental.
Ahora te daremos otra regla de oro, toma nota: nunca debes cortar de una vez más de un tercio de la altura del pasto.
Si has estado ocupado y has descuidado su corte, no vale, ahora, con cortar el pasto directamente a la medida que te convenga (por ejemplo, los 5cm antes señalados). Sería un duro castigo para él; se estresaría demasiado y para colmo dejarías todas las hojas amarillas al descubierto. Para evitarlo, elimina no más de una tercera parte de la altura total y repite el proceso al cabo de unos días.
Por esta razón se procura respetar los tiempos de siega marcados por el propio pasto, a razón de su velocidad de crecimiento.
El crecimiento más o menos rápido está influenciado directamente por las especies que lo forman, la cantidad de agua disponible, los nutrientes del suelo, pero sobre todo por la estacionalidad.
Así, te puedes encontrar con que en invierno apenas tengas que segar (una vez al mes o incluso nada), en primavera y otoño debas de aumentar la frecuencia a 2 y hasta 4 veces al mes y en verano tengas que pasar la podadora más allá de una vez a la semana.
Para proteger tu pasto de los daños que le puedan producir cada uno de los cortes te recomendamos el uso de fertilizantes, como el Alimento para Pastos Happy Flower, con el uso de este se promueve el verdor del pasto, mejora la resistencia a pisadas y cortes y mejora el desarrollo de las raíces.
Antes de ejecutar la siega, conviene cerciorarse de que la pradera no esté mojada. Si permaneciera húmeda, aunque solo sea por el rocío de la mañana, los tallos quedarían doblados y dificultaría la homogeneidad del corte. Al poco de segar ya aparecerían de nuevo las imperfecciones.
Además de comprometer el resultado, se complicaría mucho la labor con la segadora. Tanto las cuchillas como la carcasa y el recogedor se las verían con un amasijo de hierbas adheridas.
Si todo está empapado, incluido el suelo, ya sí que no hay discusión; déjalo para otro momento. Podrías dejar marcas horribles, deteriorando gravemente tu pradera. En el peor de los casos estarías contribuyendo a compactar el terreno, complicando la adecuada aireación de las raíces.
En conclusión: apaga el riego automático si tienes previsto segar, no trabajes si ha llovido o espera por lo menos a que el sol seque lo suficiente.
Expuestos los principios básicos, toca ponerse a trabajar. Puede que ya conozcas el procedimiento, pero por si acaso lo repasamos ahora.
Es clave describir líneas bien rectas. Empieza siempre por los márgenes, para después pasar a trazarlas en sentido longitudinal (siempre paralelas la una respecto a la otra). Un buen truco es aprovechar como guía la rodera de la pasada anterior, así no quedarán los desagradables flecos.
Mantente atento a los obstáculos para poder sortearlos. Los difusores o aspersores más levantados de lo debido son un clásico, procura no cercenarlos con las cuchillas.
Recoge siempre lo que has segado, a no ser que tu podadora disponga de la opción de “mulching”. Con este sistema los restos se pulverizan y pasarán a integrarse en el suelo; no molestan y aportarán además nutrientes importantes. Si no es el caso, usa el recogedor o cajón de la segadora y recuerda vaciarlo frecuentemente, antes de que los residuos comiencen a caer por debajo.
Para terminar “dale el toque maestro”: recorta los bordes del pasto, alrededor de tu mobiliario y cualquier otro obstáculo. Te puedes ayudar de un recortabordes o de una desbrozadora. Te aseguro que la diferencia resultará abismal, no hay color entre una pradera con los bordes bien definidos y otra sin recortar.
Ahora ya no tendrás excusa. Estos consejos son suficientes para asegurar el trato respetuoso de tu querido pasto en una labor tan relevante como la poda. De todas formas, no olvides que en su salud influyen muchos otros factores.
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