Muchos jardineros se sorprenderían si se calculara su elevada contribución al cambio climático. A pesar de que las plantas que cultivan ayudan a absorber CO2, hasta llegar al jardín y prosperar en él, han sufrido tantos transportes, fumigaciones y tratamientos que han de trabajar muchos años hasta paliar sus efectos. La fabricación de la maceta, el procesamiento de la tierra, la elaboración de los fertilizantes y su posterior efecto contaminante en el agua, junto con los kilómetros de transporte hasta el vivero y, posteriormente, hasta nuestra casa, suponen una suma muy negativa par a el medio ambiente.
A todo ese conjunto contaminante que conlleva una acción humana se denomina “huella ecológica” y está en la mano del jardinero reducirla al máximo. ¿Cómo es posible? Por ejemplo, ahorrando en el riego, abonando solo cuando sea necesario, multiplicando las plantas él mismo en lugar de adquirir una nueva o intercambiado ejemplares para evitar comprar otros nuevos.
Más información, en el libro “365 soluciones para reducir tu huella de carbono”, de Editorial Blume.