Las hojas de las plantas se pueden poner marrones, amarillas o naranjas y caerse, y si no se pone remedio, puede llegar a ocasionar la muerte de la planta.
Otra consecuencia muy común del exceso de agua acumulada en la tierra es la asfixia radicular. Las plantas obtienen el oxígeno, además de a través de las hojas, por las raíces, pero si el espacio que rodea las raíces de las plantas está inundado de agua se produce una falta de oxígeno, provoca el debilitamiento progresivo de la planta hasta su muerte.
Si vemos que las plantas no crecen a un ritmo normal, que las podemos sacar de la tierra fácilmente y que las hojas se vuelven amarillentas y más tarde incluso rojizas, es muy probable que esté sufriendo asfixia por exceso de agua.
Al producirse un estancamiento de agua en la tierra que afecta al funcionamiento de las raíces, éstas tampoco serán capaces de absorber correctamente los nutrientes que necesita la planta por dos motivos principales:
Por si la planta no tiene suficiente, la presencia constante de humedad ocasiona rápidamente la proliferación de hongos perjudiciales para la planta, apareciendo con mucha facilidad enfermedades muy comunes como el mildiu, roya u oidio que tienen un impacto devastador en la planta que ya de por sí se encuentra debilitada.